Receptor de wasabi y dolor crónico

Una parte del cuerpo que durante los últimos meses ha sido objeto de investigación para tratar el dolor crónico es el «receptor de wasabi», un receptor del sistema nervioso humano. En un estudio realizado conjuntamente en San Francisco y Queensland, Estados Unidos, se descubrió un receptor nervioso relacionado con el lagrimeo que se produce al cortar cebollas, así como con la punzada que sentimos en la nariz al comer wasabi (de ahí su curioso nombre). Anteriormente las respuestas fisiológicas que experimentamos no eran entendidas a cabalidad; sin embargo, hace poco se logró aislar la misma toxina en el veneno del escorpión australiano de Black Rock. La toxina actúa como detonante de varias terminales nerviosas que hacen fluir calcio y sodio dentro del cuerpo, con la consecuente sensación de dolor. Esto es similar al efecto de la picadura de la avispa –o de cualquier otro animal–, que hace fluir álcalis hacia el área afectada. La toxina se encuentra en escorpiones como mecanismo de defensa; solo funciona en los receptores sensoriales de los mamíferos (incluyendo a los seres humanos) y no es útil para cazar presas. Extrañamente, sin embargo, tiene la peculiar capacidad de penetrar en las membranas de las células; la otra única toxina conocida que hace esto forma parte del VIH. Los científicos que condujeron este estudio creen que haber aislado con éxito la toxina en el veneno del escorpión permitirá responder viejas preguntas sobre el funcionamiento interno de los receptores sensoriales. Si se hacen progresos significativos en la comprensión de las respuestas sensoriales a estímulos orgánicos, podrán crearse analgésicos no opiáceos más eficaces para combatir toxinas y agresores externos. Esto significa que en vez de simplemente usar un opioide que bloquee los receptores y entorpezca el dolor (así como a la persona, paulatinamente), se producirá un nuevo tipo de respuesta donde los propios receptores serán alterados o manipulados. Asimismo, no solo se entenderán mejor los receptores sensoriales, sino también se determinará con mayor precisión el vínculo entre las respuestas sensoriales y la inflamación. En pocas palabras, poder aislar esta toxina significa que estamos un paso más cerca de deshacernos de los opioides.